En una entrevista realizada a Joseph LeDoux, profesor de la Universidad de Nueva York y director del Emotional Brain Institute, dice lo siguiente ante las preguntas del entrevistador:

“¿Qué faceta pesa más en la conducta, la racional o la emocional?”
“Creo que la emoción es más fuerte que la razón, porque es fácil para la primera controlar la reflexión, y en cambio es muy difícil que el pensamiento racional controle la emoción. Cuando sentimos ansiedad o depresión, la razón puede decir basta, pero casi nunca consigue eliminarlas.”

“¿Quiere decir que la emoción llega a controlar el pensamiento?”
“Sí.”

Vivimos en una vorágine de cambios constantes a todos los niveles. En el ámbito científico, gracias a Joseph LeDoux o a Antonio Damasio entre otros, hemos podido avanzar en el estudio de las emociones humanas, algo olvidado a lo largo de la historia de la ciencia.

Recordatorio: La emoción es una reacción involuntaria ante un estímulo. El sentimiento es la construcción que hacemos de esa emoción, una vez ha intervenido el pensamiento.

Una de las más complejas afirmaciones que realiza LeDoux, casi como un axioma, es que la emoción es más poderosa que el raciocinio. No sé si se entenderá el calibre de semejantes palabras, pero esto supone un enorme cambio en muchas dimensiones, por ejemplo, la educativa.

Debido a todas estas nuevas informaciones que nos llegan gracias a estos estudios, sabemos que las emociones son más que importantes y un aspecto que atender y cuidar a nivel personal.

Sabemos que los estímulos generadores de emociones llegan a estructuras como el tálamo y la amígdala, y que gracias a ellas se procesan a través de otras estructuras para generar una experiencia emocional subjetiva. Pues bien, se cree que estas primeras estructuras son las más arcaicas en el cerebro humano. Esto nos lleva a hacernos grandes preguntas: ¿por qué tenemos emociones? ¿Para qué nos sirven? Todavía no estamos en un punto en el que esté absolutamente clara la respuesta a estas preguntas. Aunque todavía no se puede dar respuestas certeras a asuntos como estos, nosotros a nivel personal, podemos aproximarnos para conocernos emocionalmente y aprender a gestionar nuestras experiencias emocionales.

La pretensión de este post no es otra que la de invitar a conocerse, a explorarse a uno mismo. Así que en un sentido más pragmático, os queremos ofrecer una visión sobre qué podemos hacer con nuestras emociones.

Allá vamos.

  1. Identifica tus emociones.

¿Qué estoy sintiendo? ¿Porqué lo siento ahora? Estas son preguntas que pueden ayudarte a poner palabras a qué es lo que estás sintiendo, es decir, a pensar tus emociones. Si además piensas en qué parte del cuerpo se siente esa emoción podrás darte cuenta de que las distintas emociones se asientan en determinadas partes del cuerpo. Así que saber leer nuestro cuerpo nos puede ayudar a determinar lo que sentimos.

Las emociones básicas y universales son la ira, el asco, la alegría, la tristeza, el miedo y la rabia (¿recordáis la película Inside Out, Del Revés en español? ¡No dejéis de verla!), esto quiere decir que todos las personas podemos sentirlas.

  1. Las emociones tienen una función, entiéndela.

Las emociones tienen una función adaptativa, es decir, existen para que nos sepamos adaptar a nuestro medio y tienen un objetivo, la supervivencia.

A nivel muy genérico, podemos afirmar que algunas de las funciones de las emociones son estas:

  • Son un indicador o una señal de qué algo está ocurriendo, bueno o malo.
  • Nos preparan para la acción, aunque ésta pueda darse o no. Así cuando sentimos miedo, la respuesta psicofisiológica del cuerpo al miedo nos prepara para salir corriendo ante un estímulo potencialmente peligroso.
  • Sirven también para identificar los estados emocionales de los demás,darnos cuenta de lo que otras personas puedan estar sintiendo, y actuar o no en consecuencia.

De manera más concreta, sabemos que cada emoción tiene su propia función, a saber:

Alegría: Aparece cuando hemos conseguido algún logro o ha pasado algo bueno. La sensación que produce es de bienestar por lo que tenderemos a repetir las conductas que la generen.

Tristeza: No es una emoción que nos guste sentir ya que aparece hemos perdido algo o alguien querido. Cuando estamos tristes podemos tender a buscar momentos y espacios de calma y recogimiento, incluso de soledad para poder procesar los acontecimientos.

Miedo: Su función es de protección ante estímulos peligrosos ya sean físicos o psicológicos. Normalmente sentimos miedo ante situaciones para las que pensamos que no tendremos suficientes recursos para afrontar.

Enfado: Su función también es de protección. Podemos sentirlo cuando se han sobrepasado nuestros límites y puede ser común que nos sintamos ofendidos. El enfado nos enseña cuáles son nuestros límites y a saber protegernos de potenciales daños.

  1. Entiende cómo funcionas.

Se trata de que tomes conciencia sobre ti mismo. Empecemos por aquí: ¿Qué siento? ¿Cómo lo siento? ¿Dónde lo siento? ¿Por qué lo siento? ¿Ante qué o quién lo siento?

Todas estas preguntas te servirán para darte cuenta de cómo funcionas y podrás aprender cosas nuevas sobre tu persona. Al fin y al cabo se trata de mejorar nuestra inteligencia emocional.

  1. Gestiona tus emociones.

Respondemos de manera innata ante los estímulos o acontecimientos en función de que se valore este estímulo como dañino o peligroso o como beneficioso para nuestro bienestar. Así que ante estos estímulos damos una respuesta emocional que se caracteriza por tres elementos:

  1. Respuesta neurofisiológica: es la respuesta involuntaria que da nuestro cuerpo que provoca cambios en el organismo. Éstas no se pueden controlar, pero si podemos estar prevenidos ante lo que sabemos nos puede producir una respuesta fisiológica intensa.

Recomendaciones: ejercicio físico, técnicas de relajación y respiración, etc.)

  1. Respuesta conductual: es fundamentalmente una respuesta en un plano no verbal (gestos, expresiones, voz, etc.)

Recomendaciones: Aprender habilidades sociales, asertividad, expresión de las emociones, etc.

  1. Respuesta cognitiva: Se da cuando hacemos nuestra emoción consciente y hacemos una valoración subjetiva de la misma. A mayor conocimiento de nuestras emociones (puntos 1,2 y 3) y mejor sea nuestra inteligencia emocional mejor podremos actuar, o no, las emociones. Debemos evitar “sentirnos mal” sin saber a qué se debe.

Recomendaciones: meditación, Mindfulness, etc.

Vemos con bastante frecuencia en nuestra consulta de Madrid que aquellas personas que tienen dificultades en gestionar sus emociones presentan síntomas psicosomáticos, es decir, sucede que el cuerpo expresa mediante distintos síntomas (dolores de cabeza y migrañas, dolores musculares, problemas en la piel, etc.) un malestar psíquico, y por ende, emocional.

Para nuestro equipo de psicólogas en Madrid, las emociones son siempre un aspecto fundamental a tratar en un proceso de psicoterapia ya que el malestar psicológico que se trae a la consulta siempre es un malestar emocional. Por eso podemos ayudarte a detectar, reconocer y dar significado a tus emociones y pensamientos.