El niño aprende desde que nace, aprende a vivir, a acertar y a equivocarse, a querer y a quererse. Todas sus experiencias irán conformando una psique, sana o enferma, en función de que estas experiencias sean positivas o negativas. Estamos hablando por tanto del proceso de construcción de la personalidad del niño, un proceso siempre cambiante en el que influyen numerosos factores.

Estas experiencias tienen siempre un carácter emocional y racional, motriz, motivacional y social. Todos estos elementos deben estar en sintonía e integrados unos con otros, para ir dando forma y estructura a la persona.

La familia es el contexto primero, donde generamos nuestros primeros vínculos, el apego. Donde nos sentimos personas y componentes de un sistema. Donde adquirimos los primeros hábitos, descubrimos nuestras habilidades y donde aprendemos el lugar que ocupamos en el orden de las cosas. El entorno familiar es un eje fundamental en el desarrollo de un niño.

Los estilos educativos en la familia

Los estilos educativos serán la manera que tienen de actuar los adultos respecto a sus hijos cada día, en cómo se resuelven los conflictos y en la toma de decisiones. Los padres conformarán así unos modelos con los que regular las conductas de los niños y ayudarán a establecer unos límites que servirán como referencia a los menores para aprender que conductas son deseables y cuáles no.

Schwarz, Barton-Henry y Pruzinsky (1985) definieron tres ejes básicos en las estrategias de socialización familiar: la aceptación, el control firme y el control psicológico. Todos ellos definidos como continuos en los que nos posicionamos como padres.

La aceptación es el continuo que va desde la implicación positiva y el centrarse en el hijo hasta el rechazo y la separación hostil.

El control firme iría desde el refuerzo hasta la ausencia total de este, la disciplina laxa o inexistente hasta la autonomía extrema.

El control psicológico sería el continuo que va desde el intrusismo, el control total y hostil y la posesividad hasta la falta de relación por parte de las figuras de apego del niño.

Con el paso de los años se han ido redefiniendo estos ejes y dimensiones y actualmente son cuatro los aspectos que caracterizan las conductas de los padres hacia sus hijos: el grado de control, el grado de madurez, el afecto en la relación paterno-filial y la comunicación entre padre e hijo.

Hoy día, la clasificación de los estilos educativos más ampliamente utilizada, y basada en cómo se realizan los procesos internos de socialización en la familia es:

Estilo autoritario

La comunicación entre padres e hijos es rígida y cerrada.  Son los padres los que se dirigen al niño para dar órdenes sin explicación alguna, en cambio, el hijo no habla con sus progenitores. Es una herramienta bastante frecuente para los padres el uso habitual de amenazas, prohibiciones y castigos. Como el hijo sólo es receptor de órdenes, normalmente se ve afectada su autonomía personal.

Algunas otras características de los padres autoritarios son un elevado nivel de exigencia hacia los hijos en todos los aspectos de la vida, una baja receptividad a las necesidades del hijo y una gran dificultad para rebajar su disciplina.

Es por tanto un estilo más focalizado en las necesidades de los padres que de los hijos.

Posibles consecuencias en el hijo:

  • El niño podrá tener tendencia a la sumisión. Suelen ser tímidos y pasivos. Buscan la aprobación de los demás pues tienen un alto grado de control externo, no interno. Al crecer, pueden caer en imitar el estilo educativo de los padres y repetirse el patrón autoritario.
  • La autoestima puede ser baja al igual que su grado de autonomía personal y su capacidad para socializar. Su capacidad creativa será probablemente bloqueada al no tener el niño un espacio donde crear y solucionar cosas por sí mismo.
  • Suelen sentirse ansiosos ante la falta de los progenitores.
  • Podrán tener sentimientos negativos de frustración o culpabilidad al no poder estar a la altura de lo que desean sus padres y no poder cubrir el hijo las necesidades de los padres.

Estilo permisivo

Este estilo se caracteriza por haber un control muy laxo, además de haber un nivel de exigencia hacia el hijo muy bajo. Los deseos del niño son siempre atendidos y no se trabajan positivamente emociones como la ira o la frustración. Además son familias con normas muy poco estrictas.

La sobreprotección es un elemento fundamental característico de este estilo, la cual tiene como consecuencia que los hijos no se enfrenten a los problemas y conflictos de la vida.

Posibles consecuencias en el hijo:

  • Suelen tener baja tolerancia a la frustración. Toleran mal un “no” y que las cosas no salgan como se esperaba.
  • Tienen un bajo autocontrol de los propios impulsos.
  • Sus deseos son más importantes que los demás y serán siempre antepuestos. Son niños egocéntricos.
  • Tienden a ser dependientes e infantiles ya que no han aprendido a resolver sus propios asuntos. Tienen dificultades para el esfuerzo, y esto puede suponer un déficit de logros escolares.

Estilo negligente

Estilo caracterizado por una falta de implicación en las necesidades de los hijos, no hay expresión afectiva ni comunicación. Los padres no son responsivos a las necesidades de sus hijos.

La exigencia de los padres es muy baja, casi inexistente.  Las responsabilidades de los padres en el plano emocional, comunicativo y familiar son relegadas. Normalmente los padres no realizan sus deberes como cuidadores siempre que esto interfiera en sus intereses personales.

Posibles consecuencias del niño:

  • Pueden desarrollan un autoconcepto negativo, una baja autoestima y baja sensación de autoeficacia.
  • Son niños que no se esfuerzan y puede darse fracaso escolar.
  • Numerosas estudios apoyan la teoría de que haber sido educado de manera negligente correlaciona positivamente con padecer trastornos psicológicos y trastornos de la conducta que pueden ser graves.

Estilo democrático

Se trata de un estilo basado en cubrir las necesidades de los niños.

El afecto entre padres e hijo es manifestado de manera recíproca. Podemos hablar de un “calor afectivo”.

El establecimiento de las normas en la casa es explicado y razonado (y razonable). Cada componente de la familia entiende y respeta sus derechos y también sus responsabilidades. La disciplina es inductiva. Se toman decisiones de manera colectiva.

Al ser el respeto mutuo, el apoyo, la cooperación y la comunicación positiva los pilares básicos en este estilo educativo, la frecuencia en la aparición de conflictos familiares e individuales suele ser baja.

Posibles consecuencias del niño:

  • Son niños con una buena capacidad resolutiva y de toma de decisiones, que además desarrollan un correcto sentido de la responsabilidad y de asunción de las reglas.
  • Alegres y espontáneos.
  • Tienen buenas habilidades sociales pues han aprendido a interrelacionarse en un ambiente positivo.
  • Desarrollan un autoconcepto realista y tienen una elevada autoestima.
  • Su motivación de logro es elevada, aspecto que repercutirá positivamente en el ámbito escolar.

 

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