Por suerte o por desgracia, he tenido durante los últimos años de mi carrera profesional la oportunidad de trabajar tanto con víctimas del atentado del 11 de marzo en Madrid como con víctimas de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Suerte, por haber conocido personas excepcionales que han hecho frente a una de las situaciones más terribles a las que puede enfrentarse el ser humano. Desgracia, por ser testigo de la injustica  y del lado más oscuro de la humanidad.

Así que hoy quiero relataros parte de mi experiencia en este campo desde una perspectiva clínica. Otra cosa es el efecto que pueda generar a nivel social este tipo de terrorismo físico y psíquico, el miedo inoculado que siempre será generador de conflictos sociales. Pero este sería un análisis de otra índole.

Primero.

Vamos a diferenciar entre víctimas directas e indirectas. Hablaré de la víctima directa como aquella que ha presenciado en vivo y en directo el ataque terrorista. Víctimas indirectas serán todos aquellos familiares y amigos de las víctimas directas, y las personas que hayan podido verse intensamente afectadas después de ver o escuchar la noticia a través de cualquier medio o persona. Víctimas directas o indirectas pueden compartir los mismos síntomas, pero normalmente las primeras los acusaran más intensamente.

Segundo.

¿Qué puede pasarle a una persona en el mismo momento en el que se comete un atentado? Depende. Aquí entran muchos factores en juego. Pero quiero centrarme obviamente en los procesos psicológicos.

Todos los mamíferos compartimos las mismas formas de reaccionar ante situaciones que nos generan un shock inevitable: lucha (fight), huída (flight) y congelación (freeze). Cada persona que vive este tipo de situación puede actuar de una de estas tres maneras. Pongo algún ejemplo. Aquel que lucha contra el terrorista, o ayuda a otras víctimas con heridas graves podría considerarse que lucha. Aquel que huye de la situación, es el que sale corriendo o se esconde, y el que se congela es aquel que se paraliza o se bloquea y que no tiene capacidad de reacción en esa situación. Estas son respuestas más o menos automáticas en cada persona, es decir, no elegimos cómo reaccionamos en estas situaciones (esto no es del todo exacto)

Cada manera de reaccionar en estas situaciones conllevará cierto tipo de ideas o emociones asociadas a este hecho.

La lucha probablemente sea la respuesta que menos malestar genere en la persona, ya que ha actuado de una manera activa. Esto no quiere decir que no haya malestar psicológico y que la persona no tenga que elaborar todo lo vivido.

La huída y la congelación comparten un efecto muy nocivo, la dichosa culpa. He escuchado muchas veces “no hice nada”, “no ayude a la gente que veía gravemente herida”, “soy una mala persona”… A pesar de que se explique y se quiera hacer entender a la persona que no pudo hacer nada dada la situación y se trate de desculpabilizar, esa culpa puede enquistarse.

La ansiedad juega un papel vital en estas reacciones pues es ella la que nos impulsa a actuar de una u otra manera. Una ansiedad moderada puede hacer que estemos más activos ante el peligro, prepara nuestro cuerpo para luchar o para huir. En cambio, una ansiedad extrema nos congela o bloquea.

En función de la intensidad y de cuanto se prolongue en el tiempo la respuesta de ansiedad podremos hablar incluso de Trastorno por estrés postraumático (TEPT), que con el paso de los años puede cronificarse sin un tratamiento adecuado. El índice de personas víctimas de atentados terroristas diagnosticadas con TEPT es muy alto.

Otra de las respuestas más graves que puede darse en una persona víctima de un atentado terrorista es la disociación, normalmente más ligada a la respuesta de congelación, de bloqueo. ¿Qué es la disociación? Es un mecanismo de defensa. Cuando algo es intolerable para nosotros podemos sentir como nos desconectamos de la realidad, nos paralizamos y dejamos de analizar lo que estamos viviendo. Podemos incluso desorientarnos y perder la noción del tiempo. Sintetizando mucho este asunto, son mecanismos neurofisiológicos los que nos producen esta respuesta.

Así, me he encontrado personas que no recuerdan gran parte de los hechos, “han borrado cinta” como me decía una de estas personas víctimas del 11-S. También puede prolongarse en el tiempo la sensación de irrealidad, como si estuvieras viviendo en una película. Son muchas las formas de presentación de estos síntomas. Otra de ellas es la falta de una respuesta emocional. Lo esperable en estas personas es que puedan desahogarse, expresar su miedo, ira y tristeza. Pero puede ocurrir que aquellos con síntomas disociativos no puedan conectar con esas emociones y por tanto, no elaboren los hechos de una manera adecuada.

Las fobias también suelen ser frecuentes. Parece tener mucho sentido que las personas que estaban en los trenes del 11-M sientan pánico al subir a un tren de nuevo, ¿verdad? Lo que harán será evitar a toda costa volver a subir a un tren para no reexperimentar la situación  y sentir ese pánico.

Tercero.

¿Qué puede hacer una psicóloga como yo para ayudarles?

In situ: Intentar atenuar el malestar y todos los síntomas en ese momento puede ser un factor que favorezca una mejor evolución de la persona y que minimice trastornos o patologías importantes posteriores. La labor de todos aquellos que trabajan en emergencias es fundamental. Su objetivo será  tratar que la persona vuelva al aquí y al ahora, trayéndola de vuelta para ser consciente de la situación.

A posteriori: Las personas que acuden a un psicólogo después de haber vivido semejante experiencia vienen muy dañadas, profundamente dolidas y con sintomatología florida y gran malestar.

Trastorno por estrés postraumático, estrés, depresión, trastornos disociativos, trastornos psicosomáticos o fobias son algunas de las consecuencias psicológicas de los atentados terroristas. Por tanto, cada persona tendrá un tratamiento distinto. Otras en cambio consiguen afrontar la situación de una manera muy funcional.

A aquellas personas afectadas en un plano psicológico, primero habrá que ayudarlas a  estabilizarse (la medicación puede ser necesaria en algunos casos). Permitir la ventilación emocional y manejar sus emociones negativas (en el caso de que afloren) para más adelante hacer un trabajo más profundo de integración de los recuerdos del hecho traumático o de elaboración de un duelo psicológico. Es importante respetar los tiempos de cada persona, no hay que correr y dejar que se apoderen de nosotros, los psicólogos, la rabia o la desesperación que si nos traen estas personas.

Quiero terminar mandando un mensaje de apoyo a todas aquellas personas que lo han vivido directa o indirectamente y que están luchando actualmente por superar sus secuelas. Si estos años de experiencia y VOSOTROS me habéis enseñado algo, es que somos fuertes.

 

Rocío Sánchez.