Actualmente en los centros escolares, tanto en etapas obligatorias como en Bachillerato,  y en el mundo laboral es un término en el que se incide y ahora veremos por qué.

Se entiende por habilidades sociales el conjunto de conductas necesarias  que nos facilitan las relaciones con las personas que nos rodean en cualquier ámbito de la vida de manera efectiva y satisfactoria.

El proceso de comunicación está detrás de todo ello; si no nos comunicamos adecuadamente  no podemos manifestar nuestras necesidades, sentimientos, emociones, deseos y un largo etcétera.

No todas las personas tenemos la misma facilidad para expresarnos de manera eficaz, pudiendo aprender  a dar  respuestas específicas a las exigencias de diferentes situaciones dentro de una flexibilidad y variedad  que nos ayudarán a mejorar nuestra vida social y prevenir problemas de relación.

Si pensamos en niños/as muy pequeños nos damos cuenta que el mejor aprendizaje es el que viene de la convivencia familiar en edades muy tempranas: pedir por favor, dar las gracias, saludar adecuadamente, despedirse,  sonreír cuando te dicen algo agradable, etc. Aprendizajes por observación y reforzados de manera inmediata si son adecuados y corrigiendo si no lo son.

En los colegios sucede lo mismo pero la cosa se va complicando porque el grupo de iguales es muy diverso y los profesores no todos reaccionan de la misma manera. El día a día convierte al grupo escolar en un contexto estupendo para el apoyo y la ayuda en este aprendizaje.

Términos como: asertividad, empatía, escucha activa, respeto y tantos otros cobran una importancia que más adelante, cuando nuestros pequeños crecen, necesitan en su vida diaria tanto formativa, laboral, de relación social y de relación de pareja y familiar.

Brevemente defino algunos de los términos que más nos interesan en cuanto a que son actitudes a aprender y fomentar en el día a día:

  • Asertividad: es la capacidad personal de relacionarse comunicando al otro pensamientos, sentimientos, intenciones y defender los propios intereses en positivo, es decir, sin necesidad de someterse o agredir siendo ambos casos los dos extremos. Una buena autoestima facilita ser persona asertiva.
  • Autoestima: Es la opinión personal y emocional que cada uno tiene de sí mismo. A los seis años aproximadamente el niño empieza a captar como le ven los demás y será un factor que, en positivo, fortalecerá las relaciones sociales, los aprendizajes y la vida laboral a lo largo de la vida.
  • Empatía: es la habilidad que nos permite percibir los sentimientos de los demás. Se puede desarrollar aunque hay personas a las que resulta algo natural, lo realizan sin esfuerzo, tratando de situarse en la perspectiva del otro. Es lo que a los pequeños se les dice de manera fácil de entender: «ponerse en los zapatos del otro».
  • Escucha activa: Es la habilidad de escuchar con atención e intención de que la persona a la que se escucha se sienta entendida. Es deseable que el ambiente ayude pero hay que dar señales de que se está escuchando, gesto de atención, asentir, repetir lo que dice el interlocutor, preguntar si lo entiende, etc.

Cuántos jóvenes cuando se enfrentan a la vida real, formación especializada, primer trabajo o nuevas relaciones sociales, se encuentran perdidos porque no saben expresar sus necesidades, opinar, afrontar críticas, disculparse, solicitar ayuda… O bien en el otro polo, imponer su criterio, utilizar el insulto cuando no tiene otro recurso y un extenso repertorio de conductas inadecuadas que pueden parecer fortalezas y solo ocultan su inseguridad.

Para afrontar un buen desarrollo social debemos ponernos manos a la obra desde pequeños tanto los padres como los educadores y ofrecer, en caso de ser necesario, las ayudas para mejorar  esas habilidades sociales tan importantes en la vida de cualquier persona.