Según un antiguo relato japonés, una vez, un guerrero samurái desafió a un viejo maestro zen a que le explicara qué era el cielo y el infierno. Ante la pregunta del samurái el maestro le contestó con desprecio que no era más que un patán y que no malgastaría su tiempo con él.

El guerrero, cargado de ira y cólera desenvainó su espada mientras amenazaba de muerte al maestro zen.

-¡Eso – dijo el maestro – es el infierno!

A lo que el guerrero conmovido por esas palabras consiguió calmarse, bajar la espada, y finalmente agradeció al maestro sus palabras.

A lo que el maestro dijo: ¡Y eso, eso es el cielo!

Ya en los tiempos de Sócrates, éste planteaba un gran reto: “Conócete a ti mismo”. Es decir, date cuenta de tus emociones y sentimientos en el momento en el que estos ocurren. No te dejes llevar por un torrente emocional que te arrastra a lugares a los que no quieres ir, como el infierno al que hacía alusión el maestro.

Aristóteles decía también: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del momento correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

Hablamos por tanto de la capacidad que llamamos inteligencia emocional, conformada, entre otras cosas por características personales tales como la capacidad para motivarnos a nosotros mismos, de perseverar a pesar de la frustración, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de autorregularnos emocionalmente, de evitar que la angustia interfiera en nuestras capacidades cognitivas, de la empatía o de la capacidad de confiar en otros.

Estas capacidades pueden ser tan positivas, útiles y decisivas, o más, como la medida que conocemos como Cociente Intelectual (CI). De hecho, según numerosos estudios hechos desde las universidades más prestigiosas del mundo, el CI, es decir la medida (el número) de nuestra “inteligencia racional” no garantiza el éxito ni en términos sociales, ni económicos ni personales. Aunque bien es cierto, que los estudios también parecer afirmar que un elevado número de personas con cocientes intelectuales elevados poseen también una elevada inteligencia emocional.

En los últimos años nos enfrentamos a un cambio en el paradigma de la educación. Cada vez tienen más cabida distintos tipos de inteligencia como las que postula Howard Gardner en su Teoría de las Inteligencias Múltiples (lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista). Así, se abre una lucha contra el modelo educativo basado únicamente en la adquisición de habilidades verbales y aritméticas.

La inteligencia diferente

Manuela, con 4 años, a ojos de los niños de su clase, de los profesores y de los adultos puede parecer la niña tímida, que no participa y que siempre ronda en la periferia de los juegos colectivos. Pero Manuela es una observadora perspicaz de las relaciones sociales que se establecen entre los niños con los que comparte su tiempo. Es capaz de leer las emociones y los sentimientos de otros niños como ningún otro niño de su edad. En la clase de Manuela realizan un juego en el que utilizan una casa de muñecos con las caras de cada alumno y de los profesores. Cada niño deberá colocar al resto de los niños en los lugares en los que les guste jugar y saber decir y colocar también a sus amiguitos de clase al lado. Este es un juego de sensibilidad social. Pues bien, la perspicaz Manuela coloca con absoluta precisión a cada compañero en su lugar preferido y sabe con quién se lleva mejor cada uno. Es la mejor en este ejercicio. Esto denota, según la teoría de Gardner, un alto grado de inteligencia interpersonal.

Lo normal es que, en nuestro sistema educativo, a Manuela no se le reconozca este talento, como a tantos otros niños. Solo en algunos centros y gracias a su innovación psicopedagógica, serán capaces de recoger estos talentos para reforzarlos y validarlos tanto como a otros.

Así que ¿queremos que Manuela conozca sus fortalezas, talentos y capacidades? O por el contrario, ¿queremos que sienta que no encaja y que es extraña porque participa de una manera distinta en las dinámicas de clase?

Os recomendamos ampliamente la lectura del libro Inteligencia Emocional de Daniel Goleman, del que hemos sacado esta información.

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